Por estos día el tema de conversación es la paz, ya que por fin se logro firmar con las FARC el acuerdo de cese al fuego bilateral, una noticia que por lo menos a mi me da felicidad, me tranquiliza un poco; me toco vivir la época del narco, donde los carro bombas eran algo que se estaba volviendo cotidiano, donde salir a la finca era tener la incertidumbre de si volvíamos o no, o si llegaríamos completos, del miedo que no nos arrebataran a alguien de nuestras manos por un llamado secuestro, del que además tuve un caso muy cercano a mi familia, claro yo era muy niña, pero recuerdo la zozobra de la mamá del secuestrado día tras día, las misas que se hacían cada 8 días para pedir por su regreso y la tristeza en la cara de todas las personas que allí se encontraban, solo porque alguien decidió que esta persona tenía un precio, gracias a Dios la historia tuvo un final feliz, luego de 13 meses de angustia. Yo, finalmente no entendía mucho, pero si sentía el dolor de mis papas y de esas otras personas adultas que si tenían el contexto completo de la historia.
Por eso hoy siento un fresquito que pasa por mi cuerpo, quiero que mis hijos vivan en un país donde salir de la cuidad no asuste, donde las noticias que se escuchen no sean de guerra, donde se sientan tranquilos porque saldrá con sus papás y regresara con ellos, donde en las carreteras no nos encontremos con buses quemados o retenes ilegales.
De algo estoy segura, y es que esto no es el final de algún tipo de violencia que el país pueda tener, grupos existen muchos, buenos y malos toda la vida van a haber, pero por lo menos por parte de este grupo, no se dará más.
Por mi parte quiero que desde mi casa, mis hijos crezcan aprendiendo y sabiendo que es la paz, que esta se aprende en la casa, que el respeto por el otro se trasmite desde casa, que los gritos y la violencia se aprenden en casa, le apuesto a una crianza con amor, sin golpes, sin gritos, con mucho dialogo, con muchos abrazos, que seamos consientes que desde la casa es que se aprende a vivir en paz, que no es normal reírnos del otro o disfrutar del sufrimiento de otro niño al que le hacen bullying, mucho menos hacerlo, que lo normal es acercase al que lo necesita y tenderle la mano, porque todos somos iguales, independiente de creencias o estrato económico.
Apostémosle a un mundo mejor desde nuestro hogar, apostémosle a creer en la palabra y en el cambio, apostémosle a que si es posible un mejor país para nuestros hijos.