Ese día de sábado al mediodía, cuando yo estaba inmóvil, acostada y solo podía ver una lámpara de luz blanca, mucho movimiento, mi esposo con una cámara a mi lado a la expectativa, ese día, ese sábado, me convertiría en mamá, mi esposo y yo, nos convertiríamos en papás. Luego de 10 minutos que para mí fueron eternos, escuche el llanto, lo único que hice en ese momento fue respirar hondo y llorar, para después sentir la mejor sensación de mi vida, tenerte pegado a mí, en mi pecho, en ese instante, tu llanto paro, sentiste esa conexión que nos tubo juntos durante 9 meses, yo me tranquilice, y al mismo tiempo me asuste, no sabía que seguía, pero de lo que si estaba totalmente convencida, era que prometía amarte por el resto de mi vida, porque lo que ese día sentí, la persona en la que ese día me convertí, fue solo cuando te escuche.

Dos años y once meses después, la historia se repite, la misma luz blanca, el movimiento, mi esposo a mi lado, pero una mujer más consciente de lo que se venía, con más temores que la primera vez, pues ya tenía a alguien que dependía de mí, lo que yo no sabía era que como la primera vez, cuando escuchara el llanto de nuevo, ese llanto de mi niña, la lágrimas, y el sentimiento de felicidad y amor seria el mismo que la primera vez.

Si, en ese órgano, llamado corazón, tan pequeño, cabe muchísimo amor y no lo tuve que partir en dos para amar a mis dos hijos, al contrario, se me multiplico, se me hizo más grande.

Cuando me convertí en mamá, todo me dolió mas, ver la indiferencia de los adultos con los niños, ver el maltrato, encontrarme niños en las calles trabajando, bebes indefensos, etc, todo eso me dolió mas, ahora lloro con más facilidad, pero a la vez, me sentí más alegre, ver niños felices, jugando, amados por sus padres, bebes protegidos, todo eso me dio más felicidad, también lloro más de felicidad.

Hoy veo a mis hijos a sus ojos y con lágrimas de mamá enamorada les digo: prometo que te amare.

A mis hijos, prometo que los amare, los guiare, los educare, los disciplinare, les enseñare, jugare, reiré, llorare, me caeré y me levantare con ellos; prometo que respirare profundo antes de quererles gritar, que de mis manos nunca tendrán un golpe, que cuando les quiera hablar me pondré a su nivel para así tener su atención, que les enseñare con amor pero con firmeza, les enseñare a respetarse y respetar, a amarse y a amar.

Cuando veo un niño, veo inocencia, veo un papel en blanco listo para ser llenado, de nosotros depende de que lo vamos a llenar, de nosotros depende en que se va a convertir y de nosotros depende que ese pequeñito sea feliz, amado y respetado.